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La ansiedad se ha convertido en la epidemia silenciosa del siglo XXI. De hecho, en nuestro país, más de seis millones de españoles padecen ansiedad convirtiéndose como el trastorno más frecuente de la población. El dato es alarmante,
3 de cada 4 personas ha sufrido, sufre o va a tener ansiedad en algún momento de su vida. No obstante, menos de la mitad de los afectados han sido diagnosticados y están en tratamiento. Los afectados suelen parchear los síntomas
con psicofármacos, “pastillas de la felicidad”. Automedicándose con ansiolíticos sin recetas como el “estupendo” triptófano antidepresivo o con comprimidos como el diazepam, tranquimazin entre otros tranquilizantes y antidepresivos
recetados por los médicos de cabecera, desbordados ante el bombardeo de pacientes con síntomas de ansiedad que deberían ser derivados al psicólogo y que les solicitan una solución rápida a su problema.
Hay quién recurre al alcohol por creer que a corto plazo alivian los síntomas psíquicos de la ansiedad, por sus propiedades reductoras de la activación fisiológica. Sienten que atenúan momentáneamente los miedos y afrontan las
situaciones con mayor seguridad al sentirse menos inhibidos. Se trata de una sensación de control ficticia, dado que su uso continuado incrementa la inquietud y la ansiedad pudiendo desembocar en dependencia o intoxicación
exigiendo de nuevo alcohol para aplacarlas. Pudiendo además hacerse su uso extensivo al incluir otras drogas y/o generalizarse y normalizar su empleo a otras situaciones del día a día. Se está afrontando la ansiedad de manera
inadecuada apareciendo por un lado, el peligro de no poder afrontar acontecimientos inesperados bajo el influjo del alcohol o generar más ansiedad como consecuencia de la ingesta de alcohol o posterior abstinencia siendo los
más típicos la ansiedad generalizada y la agorafobia.
Por ello, pese que nos parezcan que nos relajan en un principio, conviene evitar el alcohol, el tabaco y la cafeína dado que producen una alteración de nuestro sistema nervioso. Hay quién opta por los remedios naturales para acabar
con la ansiedad, ingiriendo infusiones de todo tipo ( tila, melisa, azahar, hierba luisa, boldo, pasiflora) o combinaciones como el té de 7 azahares o el netisun. No niego que nos tranquilicen pero deben combinarse con psicoterapia
y el aprendizaje de un conjunto de herramientas que nos ayuden a afrontar la ansiedad.
Los internautas se hacen “recomendaciones” para combatir la ansiedad, en numerosos foros, solicitando “algo para la ansiedad”
o “algo natural para la ansiedad” hablan de hongos naturales de los bosques de Asia
como el ganoderma lucidum para descansar mejor o la mítica valeriana, lociones relajantes de espliego, azahar, lavanda, rosa,
neroli, ylang-ylang entre otros para “desestresar”, inducir el sueño y en definitiva bien-vivir. La problemática de cada uno es diferente y las generalizaciones y automedicaciones deberían rehusarse, por ello, se recomienda
ir al psicólogo para analizar cada caso concreto.
Existen causas comunes a la eclosión de la ansiedad en el siglo XXI, el estilo de vida, el ritmo frenético al que estamos sometidos hace que trabajemos en exceso
atravesamos problemas personales, familiares o laborales, no descasamos suficiente y pensamos que podemos con todo. Nuestro cuerpo nos envía una serie de señales avisándonos de que debemos darnos un respiro y reducir el ritmo,
el problema es que estas señales nos pasan desapercibidas o quizás no les damos la importancia que merecen. A continuación mencionaré los síntomas más comunes de la ansiedad, no obstante, la información aquí aportada no exime
de la valoración profesional siendo imprescindible el diagnóstico médico y/o psicológico para determinar si lo que sentimos es ansiedad o se trata de otra patología.
La ansiedad “negativa” nos activa excesivamente a nivel físico y mental ante una amenaza no real, afectando a nuestro cuerpo, psique, capacidades intelectuales e incluso a nivel social. Esta amenaza hace que estemos inquietos,
nerviosos. El cuerpo segrega adrenalina en las situaciones de peligro y el corazón aumenta la frecuencia cardiaca y la fuerza de los latidos, por ello, sentimos opresión o malestar en el pecho. La taquicardia es una alarma
para que escapemos o nos preparemos ante un ataque, el cuerpo se activa despliega todo un mecanismo de supervivencia y por ello, tenemos náuseas, retortijones, sofocos aumentando la sudoración porque se eleva la temperatura
corporal. Estamos agitados, respiramos más deprisa, hiperventilamos, sentimos más las sensaciones corporales desagradables y paradójicamente notamos que nos falta el aire, tenemos la respiración entrecortada. Al hiperventilar
sentimos visión borrosa e incluso sensación de ahogo, atragantamiento entre otras sensaciones muy displacenteras. De ahí la importancia de conocer la ansiedad y no tenerla miedo, manejarla, aliviarla y controlarla. Un primer
paso para aliviar la ansiedad sería aceptar que se tiene ansiedad, contactar con el psicólogo para empezar a dejar pasar los pensamientos negativos, fomentar los pensamientos positivos, trabajar conjuntamente en localizar la
causa de la ansiedad y controlarla a través de mecanismos como la relajación a través de la respiración abdominal o alimentos ricos en magnesio, triptófano y vitamina B que fortalecen los nervios y calman, en buena medida,
la sensación de nerviosismo que acompaña a la ansiedad.
El principal enemigo de la ansiedad es la sensación de hambre producida por el ritmo frenético de nuestras comidas, las dietas hipocalóricas, el estrés, las tensiones,
las frustraciones… Llegamos a la cena con una hambre desatada a causa de la glucemia (baja glucosa en sangre) lo que nos hace atacar el dulce, el chocolate y todo lo que pillamos. Hay que plantearse que se esconde tras esa
forma de comer compulsiva. “Cuando me siento ansioso me da por comer”. La comida se convierte en un alivio momentáneo a las emociones negativas no obstante la ingesta de dulce no solucionará su origen además de añadir el problema
de comer compulsivamente y que sintamos que se reduce nuestro autocontrol (además de otros problemas colaterales como el aumento del colesterol, el deterioro de la imagen corporal al engordar etc). Del mismo modo, los bajos
niveles de serotonina, relacionados con un bajo estado de ánimo, hace que zampemos más dulces para aliviar nuestra ansiedad y así habremos entrado en un círculo vicioso. El comer compulsivamente es un síntoma de tener ansiedad.
El
trastorno de ansiedad genera un gran desconcierto. Al aumentar la angustia, todo nos preocupa en mayor medida y el agobio ocasionado por los síntomas hace que nos inquietemos cada vez más. Es cierto que la ansiedad nos incomoda
pero no debemos permitir que nos incapacite, por ello si tenemos alguno de los síntomas mencionados sería conveniente contactar con un psicoterapeuta.
La ansiedad es una enfermedad silenciosa que avanza a un ritmo vertiginoso reduciendo la confianza en uno mismo, dejando a un lado actividades gratificantes y postergando tareas que acarrean cierta dificultad. Evitamos situaciones,
lugares y/o modificamos comportamientos por temor a desembocar en situaciones similares a las experimentadas durante una crisis de ansiedad. Nos bloqueamos mentalmente ante las rumiaciones constantes. La memoria falla por la
angustia que sentimos, hecho que nos angustia aún más. El sufrimiento, la dificultad para mantener la atención, la concentración y la falta de relajación hace que nos sintamos más lentos a nivel mental, que nos encontremos
desbordados y que incluso nos planteemos si estamos perdiendo el control, “volviéndonos locos”, siendo frecuentes expresiones del tipo “no aguanto más” o “estoy harto”. Nos sentimos inseguros, tenemos pensamientos negativos
recurrentes y persistentes, sintiéndonos incapacitados para llevar nuestra vida cotidiana o cuidar de nuestros seres queridos y amigos. Estas reacciones de alerta deben emplearse como medida preventiva para introducir cambios
en nuestro estilo de vida y consultar a un especialista médico/psicólogo poniendo acción a la medida de su caso concreto, proponiendo objetivos y haciendo frente a situaciones que evitamos, frenando así que el miedo sobre lo
que nos está pasando no se convierta en pánico.
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